Archivo para Francia
Berthe Marie Pauline Morisot (Francia, 1841-1895)
Posted in Morisot with tags Art, Arte, Bouges, Corot, Degas, Francia, Impresionismo, Light, Louvre, luz, Manet, Marrarmé, Monet, Morisot, mujer, Painting, París, Pintora, Pissarro, Renoir, woman on septiembre 30, 2008 by NinonaLa supuesta sobrina nieta del pintor rococó Jean-Honoré Fragonard, nació en Bourges en el seno de una familia acomodada, en la que era tradicional la afición a las artes, aunque no por ello dejó de sorprender a su familia cuando eligió convertirse en una pintora profesional. Su abuelo paterno fue un arquitecto de renombre, y su padre, Tiburcio Morisot, había sido discípulo de la Escuela de Bellas Artes, visitando Italia y Grecia. Más tarde cambió de rumbo sus aficiones ingresando en la administración pública, llegando a ser gobernador de varios departamentos importantes.
Durante su residencia en Bourges, capital del departamento del Cher, nació Berthe Marie Pauline, la última de sus tres hijas. Ascendiendo en su carrera fue nombrado consejero del Tribunal de Cuentas, trasladándose por esta razón a París, en donde pudo desarrollarse el talento que desde muy niña había demostrado Berta para la pintura.
La artista en sesión fotográfica
El primer maestro de Berthe fue Guichard, pintor de pocas dotes, pero excelente profesor para principiantes, y estudió tres años en la Escuela de Bellas Artes de París. Ya en posesión de la técnica de la pintura, Berthe y su hermana Edma (que también cultivó por algún tiempo la pintura) sintieron gran admiración por la obra del admirable paisajista de la Escuela de Barbizon Corot. En 1860, Jean-Baptiste Camille Corot tomó a Berthe como su discípula y la introdujo en los círculos artísticos. Fue el pintor que más influyó en ella hasta que conociera a Édouard Manet en 1868.
La artista en su estudio
El primer envio al Salón de París, momento decisivo para los artistas franceses de la época, data de 1864 en la que mandó dos paisajes. Las obras de Berthe y de su hermana Edma, figuran en los catálogos de 1864, 1865, 1866, 1867 y 1868. Desde esta última época, solo Berthe continuó cultivando la pintura y exhibió continuamente en el Salón hasta 1874, año de la primera exposición impresionista, en la que expuso La cuna, en el que muestra a una madre agotada que mece la cuna de su bebé.
La cuna
Durante su aprendizaje, las hermanas Morisot habían trabajado en el Louvre, al lado de Édouard Manet, que era entonces un joven pintor desconocido y uno de los copistas de obras maestras antiguas, trabajo que a la sazón estaba muy en boga. Ella fue la que convenció al maestro de pintar al aire libre y lo atrajo al grupo de pintores que serían posteriormente los impresionistas. Manet, sin embargo, nunca se consideró impresionista, ni estuvo de acuerdo con exhibir junto al grupo.
Berthe Morisot pintada por Monet
Desde el triunfo del maestro en el Salón de los rehusados (1863), las relaciones entre las señoras Morisot (madre e hijas) y la esposa y madre política de Manet, fueron cordiales, estableciéndose gran amistad entre las dos familias. Más tarde, en 1874, Berthe se casó con Eugène Manet, hermano menor del gran pintor y continuó firmando sus obras como antes de cambiar de estado contra la costumbre francesa, según la cual, al casarse, la esposa emplea únicamente el apellido del marido.
La excelente posición social de que gozaban ambos cónyugues les permitió cultivar afectuosas relaciones de amistad con un corto múmero de amigos elegidos entre los mejores artistas de la época. Edgar Degas, Renoir, Pissarro, Claudio Monet y Édouard Manet frecuentaban la casa construida por Eugéne Manet, tanto para reunir en ella obras escogidas de los pintores amigos, como para facilitar el trabajo de la dueña de la casa.
También frecuentaba el cenáculo el poeta Stéphane Mallarmé, respetuoso admirador de Berthe, a quien debió la pintora que una de sus obras fuese adquirida por el Museo del Luxemburgo. El director de Bellas Artes, Roujon, asesorado por Bénédite, director del Museo mencionado, y Benoit, conservador del Louvre, supo evitar que la adquisición de la obra (en 4.500 francos) desencadenase nuevamente la cólera que despertó la admisión de la colección Caillebotte en un Museo del Estado. Berthe Morisot pudo en aquella ocasión salir del nivel de mera aficionada, en el que estaba relegada sin duda a causa de su holgada situación, experimentando por primera vez la satisfacción de ser tratada como un pintor profesional.
El gusto de los impresionistas por perfeccionar el reflejo de la luz se manifiesta explícitamente en Mujer arreglándose, obra de una gran maestría en la que se muestra a una sensual mujer arreglándose el cabello.
Degas escribió en una ocasión: “Lo fascinante no es mostrar la fuente de luz, sino el efecto que ésta crea”. Y tal parece haber sido la técnica que Morisot empleó en el cuadro. También son muy conocidas Frente al espejo, en la que se muestra a una joven coqueta observándose frente a un espejo envuelta en una luz dorada y En el baile, en la que se muestra a una bella joven morena, con un exquisito vestido blanco y su abanico de colores.
Podemos ver una fotografía de la artista donde lleva un vestido y un peinado muy parecido al de su obra El vestido negro
El vestido negro
La pintora, al igual que Manet, fue un tanto reservada en su método y prefirió trabajar con un estilo más preciso y no tan abstracto como el resto de los impresionistas. Morisot pintaba la inmediatez, lo que veía en su vida normal. Como una mujer de la alta burguesía, estaba habituada a escenas domésticas, deportes campestres y un amplio círculo de mujeres y niños, ya que el mundo masculino les estaba vetado. Sus obras se centran en las mujeres, bien como protagonistas de un retrato, bien como estudios femeninos generales que muestran al individuo en su cotidianeidad. Asimismo atesoraban una sensibilidad femenina que se traslucía por la claridad de los tonos, los matices de los colores y la delicadeza de los valores.
La vida de Berthe Morisot se vio ensombrecida por la muerte de Édouard Manet en 1883, la de su esposo, Eugène Manet, en 1892, y la de su hermana. Educó sola a su hija, Julie Manet, con quien mantuvo siempre lazos muy fuertes. Al morir a los cincuenta y cuatro años, confió su hija a sus amigos, Edgar Degas y Stéphane Mallarmé.
Berthe Morisot murió en 2 de marzo de 1895 en París y está enterrada en el cementerio de Passy en París.
En la actualidad, sus pinturas pueden alcanzar cifras de más de 4 millones de dólares.
Giovanni Boldini (Italia, 1842-1931)
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Posted in von Blaas with tags acuarela, Albano, Art, Arte, óleo, Bélgica, Clasicismo académico, coqueteo, Francia, Inglaterra, Italia, mujeres, Painting, Pintura, Roma, vendedoras, Venecia, Viena, von Blaas, women on febrero 17, 2008 by NinonaSophie Gengembre Anderson (Francia, 1823-1903)
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Posted in Vermeer with tags amarillo limón, Arnaldo Bon, Art, Arte, azul, Ámsterdam, Baltasar van der Ast, calvinistas, Carlos Fabritius, De Hooch, Delft, Enrique Havard, Francia, Havard, Holanda, interiores, Leonardo Bramer, luz, Marktvelde, Oude Langendijk, painters, Paises Bajos, Pieter Groenewengen, pintores, Rembrandt, Reynold, simbolismo on enero 9, 2008 by NinonaPintor holandés del siglo XVII. Su padre, Reyner Janszoon Vos, nació en 1591, en Amberes, trasladándose a Ámsterdam para especializarse en el tejido de la seda a los 20 años. Se casó en 1615 con Digna Baltens instalándose en Delft, donde alquilaron una hostería llamada “Vos” (el zorro, en referencia a su apellido), sin abandonar los trabajos de tejedor. Asimismo, se dedicó al comercio de objetos artísticos, perteneciendo al gremio de San Lucas de la ciudad. En 1625 Reyner utilizaba ya el apellido Vermeer. Jan Vermeer fue bautizado en Delft, ciudad donde nació, el 31 de octubre de 1632 como segundo hijo y único varón del matrimonio. Sus padres dejan la hostería “Vos” para adquirir la hostería “Mechelen”, situada en una zona privilegiada de Delft, en el norte del Marktvelde, siendo ahora su clientela la alta burguesía de la ciudad. Entre estos clientes se encuentran también un buen número de artistas como Baltasar van der Ast o Pieter Groenewengen, decisivos contactos para la formación de Vermeer. Confundido su nombre con los de otros, van der Meer o Vermeer y atribuidas sus obras por espíritu de lucro a De Hooch y a Rembrandt, nada se sabía de su vida hasta que en 1877, el crítico francés Enrique Havard registró sistemáticamente los archivos de Delft y otros de los Países Bajos. Pocos fueron los datos documentales descubiertos, pero suficientes para precisar las fechas de la corta existencia del admirable pintor y hasta cierto punto para poder apreciar la consideración de que gozó en vida.
En 5 de abril de 1653 se casó con Catharina Bolnes en Schipluy, pequeño pueblo cercano a Delft. La madre de Catharina, Maria Thins, disfrutaba de una buena posición económica, y en un primer momento se opuso al matrimonio, tanto por razones religiosas como financieras, ya que ella y su familia eran católicos mientras que los Vermeer eran calvinistas. Algunos expertos han apuntado a que Jan se convirtió al catolicismo para casarse con Catharina, dato que no está documentado. Se instalaron en un primer momento en la pensión “Mechelen” pero siete años después se trasladaban a la casa de Maria Thins, sita en el barrio católico, en Oude Langendijk. El pintor y su familia vivían en las habitaciones inferiores, habilitando las superiores como estudio, donde se ubicaba la maciza mesa de roble que aparece en muchas de sus telas.
Las situación económica de Vermeer era bastante buena ya que no presenta dificultades para alimentar a sus quince hijos, aunque cuatro de ellos fallecieron a edad temprana. Los especialistas consideran que Vermeer no sólo vivía de los ingresos de la pintura, ya que no ejecutaba más de dos obras al año. Se cree que sus rentas provenían de la regencia de la hostería como segunda actividad, e incluso al comercio de obras de arte, siguiendo el negocio de su padre. El 29 de diciembre de 1653 fue admitido como maestro pintor en la Guilda o gremio de pintores de su ciudad natal, figurando entre los seis consejeros o directores de la corporación los años de 1662, 1663, 1670 y 1671.
Ese mismo año de 1672 estalla la guerra entre Francia y las Provincias Unidas, al penetrar Luis XIV con un ejército de 100.000 hombres en los Países Bajos. La defensa holandesa pasaba por abrir sus diques de contención, lo que provocará la ruina de los propietarios de tierras y una crisis generalizada. Vermeer empieza a vender cada vez menos cuadros y el negocio de la hostería decae hasta el punto de tener que alquilarla por 180 florines anuales. En 1875 Vermeer hace un viaje a Amsterdam para solicitar un crédito de 100 florines.
A causa de la guerra contra Francia y de los grandes gastos ocasionados por los niños, que ya no podía afrontar, cayó en un estado de melancolía profunda y se abandonó al destino hasta tal punto, que en el plazo de día y medio cayó enfermo y murió. Se enterradó el 15 de diciembre de 1675 en el panteón familiar de la Oude Kerk de Delft, dejando once hijos menores de edad y a una viuda en una pésima situación financiera, por lo que Catharina Bolnes tuvo que solicitar ante el Tribunal Supremo de La Haya la renuncia de su herencia a favor de sus acreedores y la gestión de sus bienes. Fue nombrado administrador de los bienes Antoni van Leeuwenhoek. El 24 de febrero del año siguiente, Catharina vendíó uno de los dos cuadros que poseía de su esposo: el Arte de la pintura. En 1688 Catharina Bolnes fallecía sin poder ver la venta de la mayoría de los cuadros de su esposo, en una subasta en 1696, alcanzando precios muy elevados como los 200 florines por la La vista de Delft -1- (y 9.900 al ser adquirida, en 1822, por el Estado Holandés) o La tasadora de perlas -2- los 150 florines de indicando que el artista gozaba de excelente reputación.
Para pintar La vista de Delft 1- Vermeer utilizó el telescopio que tenía en su casa apuntando a la ciudad y que proporcionaba al artista el aspecto trasladado al lienzo, que se admira actualmente por su concisión y especial estructura, era el telescopio invertido. Condensando la vista panorámica de un sector determinado, disminuyendo las figuras del primer plano a una dimensión inferior a la normal, enfatizando el primer plano tal como puede verse en el cuadro, y de la misma manera haciéndo que el resto de la composición retroceda en el espacio. La imagen así obtenida proporciona efectos ópticos que, sin ser únicos en la pintura holandesa del siglo XVII, como a menudo se ha dicho, transmite un paisaje urbano que está unido en la composición y está envuelto atmosféricamente en una luz brillante. Este cuadro es una representación idealizada de Delft, con sus características principales simplificadas y encajadas en el marco de la bahía. Destacan las formaciones de nubes acercándose a la ciudad. Se representa una hilera de casas casi todas de ladrillo rojo en el puerto de Delft. Detrás de ella puede verse la ciudad, algunas torres y en el agua se reflejan los muros de la misma. Cronológicamente es la última pintura de Vermeer ejecutada en una pigmentación rica y plena, con acentos de color puestos con un pincel cargado. El artista representó en este cuadro a su ciudad con simplicidad grandeza. Se encuentra en el Mauritshui de La Haya.
La tasadora de perlas (llamada también la mujer de la balanza) -2-
Sostenida entre los dedos delgados de una mujer, una balanza delicada, y vacía, forma el punto central de este lienzo. Detrás de la mujer cuelga un cuadro del Juicio Final. En esos tiempos, temas bíblicos e históricos como este eran considerados más dignos de atención que la representación de la vida cotidiana, tan querida por muchos artistas neerlandeses. Aquí Vermeer utiliza el simbolismo para narrar una historia moral a través de una escena en apariencia corriente. Como en muchas obras de Vermeer, esta pintura refleja una composición planeada con mucho cuidado para expresar una de sus mayores preocupaciones; encontrar el equilibrio subyacente de la vida. El punto de fuga central del cuadro se halla en las yemas de los dedos de la mujer. Sobre la mesa, ante ella, descansan tesoros terrenales; perlas y una cadena de oro. Detrás de ella, Cristo preside el Juicio Final. Hay un espejo en la pared, símbolo artístico habitual de vanidad y sofisticación, mientras una suave luz que cruza la escena añade una nota espiritual. La mujer serena, similara a una Madonna, se yergue en el centro, y sopesa con calma las preocupaciones del mundo transitorio en contraposición con las espirituales. La típica paleta de amarillos, azules y grises de Vermeer subraya el conjunto con armonía visual y equilibrio. Existe una gran sutilidad en los interiores maduros y reflexivos de Vermeer, así como una técnica del pincel magistral (desde los elegantes reflejos en los platillos hasta la textura más tosca del vestido de lana amarillo de la mujer), que convierte cada obra de Vermeer en una nueva y magistral lección de pintura. Este cuadro se encuentra en la National Gallery of Art de Washington.
Al mismo tiempo se ponderaba el valor artístico de las obras de De Hooch, diciendo que rivalizaban con las del famoso van der Meer, pero siguió después un largo espacio de tiempo durante el cual desapareció por completo su nombre van der Meer o Vermeer. Uno de los primeros en comprender el valor real del pintor, fue el gran pintor inglés Reynold. Un crítico francés, Thoré (que firmaba con el seudónimo de W. Bürger), estudió sistemáticamente las obras que podían atribuirse a Jan van der Meer, publicando en la Gazette des Meaux Arts (1866) una lista de 73 obras, entre las cuales, descontando las atribuciones erróneas, figuraban las suficientes para colocar a Vermeer a la cabeza de los pintores menores de Holanda, alcanzando desde entonces las raras obras puestas en venta, precios elevados.
Pintó vistas de ciudades, paisajes, y sobresalió en los estudios de interiores con figuras, iluminando las composiciones una luz suave y argentina que no impedía la fuerza de un colorido siempre justo, harmónico y del mejor y tranquilo efecto. A lo largo de su vida no pintó muchos cuadros, y pocos de ellos representan escenas importantes. La mayoría muestran figuras sencillas en la habitación de una casa típica holandesa. Hay que no presentan nada más que una figura sola dedicada a una tarea sencilla como La lechera -3-, cuadro que representa una mujer volcando leche en un recipiente al lado de una ventana. Es dificil comentar las razones que hacen de este cuadro sencillo y modesto una de las grandes obras maestras de todos los tiempos, pero pocos de los que hayan tenido la suerte de ver el original estaran en desacuerdo si digo que es como un milagro. Puede ser que una de las características milagrosas pueda ser descrita, para bien que no explicada: la manera en que Vermeer consigue una precisión completa y paciente en la representación de las texturas, colores y formas sin que el cuadro parezca nada elaborado ni duro. Como un fotógrafo que atenua deliberadamente los contrastes fuertes de la fotografía sin difuminar las formas, Vermeer atenuó los contornos i retuvo el efecto de la solidez y la firmeza. Es esta combinación única de suavidad y precisión el que hace inolvidables sus mejores obras. Nos hacen ver la belleza tranquila de una escena simple con nuevos ojos y nos dan una idea de lo que sentía el artista cuando veía entrar la luz por la ventana y realzaba el color de un trozo de tela. Se encuentra en el Rijksmuseum de Amsterdam.
Vehículo perfecto para su talento es el cuadro titulado La joven con sombrero rojo -4-, cuadro de la década de 1660, cuando creó las serenas escenas de interiores que le han granjeado la fama. Su obra recogió la tradición de la escuela holandesa del siglo XVII sobre temas cotidianos y la elevó de categoría. Pese a ser un cuadro tan pequeño, posee un enorme impacto visual y atrevimiento. Al igual que en La joven de la perla -5-, una chica vestida de manera exótica, con los sensuales labios entreabiertos, mira por encima del hombro al espectador, mientras reflejos atmosféricos lanzan destellos sobre su cara y pendientes. Aquí, no obstante, la figura es más grande, y mira al observador desde el primer plano. Su extravagante sombrero rojo y el chal azul son muy llamativos para tratarse de una obra de Vermeer. Al contrastar los colores brillantes con un fondo más apagado, intensifica la teatralidad y potencia a la joven. Su repertorio incluía capas opacas, vidriados finos, la técnica del “mojado sobre mojado” y puntos de color. El sombrero se crea primero con un rojo anaranjado opaco, además de pinceladas de rojo y naranja semitransparentes, que se añaden encima para las plumas que captan la luz. Un pañuelo de un blanco intenso atrae la atención hacia el rostro dela chica, con algo de pintura blanca raspada para revelar la base más oscura que hay debajo. Puntos perlíferos resaltan los adornos de la piel y animan el rostro de la muchacha. Técnicas tan meticulosas ayudan a explicar por qué la producción de Vermeer fue escasa, y por qué ejerce semejante fascinación. Este cuadro se encuentra en la National Gallery of Art de Washington.
Es fácil ver por qué la imagen irresistible de La joven de la perla -5- se ha convertido en la obra más querida de Jan Vermeer (1632-1675). Muestra una composición simple y equilibrada, un aire de misterio, su sempiterna paleta de azules y amarillos, y delicados efectos de luz perlíferos sin precedentes hasta entonces. Esta pintura demuestra que Vermeer era mucho más que un pintor de encantadoras escenas de género de la vida cotidiana a pequeña escala. El pintor atrae al espectador hacia el lienzo debido a que la modelo le mira por encima del hombro. Los labios entreabiertos añaden sensualidad al misterio; ¿quién es ella? Su turbante representa exotismo a esta mezcla tentadora, pero la explicación es fácil. El cuadro no es un retrato, sino uno de los estudios de la cabeza de una mujer conocidos en tiempos de Vermeer como “tronies”. Estos representaban ciertas emociones o tipos, y aquí muestra un tipo exótico. Los colores de la pintura son frescos y la técnica del pincel suave, pero lo bastante enérgica para capturar todos los matices de la luz; además, la composición, poco corriente, es poderosa pero armónica, y el conjunto está unificado por límpidos efectos de luz. La perla, plasmada con dos pinceladas, refleja con claridad el cuello blanco de la modelo, sus ojos centellean, y diminutos reflejos salpican el turbante. Este cuadro se encuentra en el Mauritshuis de La Haya.
En su obra Alegoria de la pintura el pintor y su estudio -6- también llamado El taller, crea una alegoría a gran escala, un comentario sobre el arte y el papel del pintor en la sociedad. Este enfoque y el hecho de que sea uno de sus mayores cuadros, lo convierte en una pieza poco habitual de Vermeer. Lo que sí es habitual son los efectos de luz y la detallada planificación de la composición. Su pasión por los efectos ópticos y otros recursos tal vez le han conducido a utilizar una cámara oscura para urdir las principales líneas del cuadro. Los espectadores miran a través de una cortina descorrida y ven una luz brillante enel estudio que hay al otro lado. Un artista está sentado ante su caballete, dándonos la espalda. ¿Podría ser el propio Vermeer? Sus contemporáneos habrían reconocido en la modelo a Clío, la musa de la Historia, con sus atributos. Sobre la mesa descansa un cuaderno de dibujos, tratados sobre pinturay una máscara (símbolo de la imitación). Un mapa colgado en la pared muestra las privincias de los Países Bajos antes de 1581. Este cuadro parece indicar que la historia inspira al artista, aporta el tema más valioso del arte a los pintores y los eleva de categoría. Sin embargo, como parece que la obra de Vermeer va en contra de esa tendencia, otros sufieren que el cuadro se refiere a las formas en que los artistas utilizan trucos habilidosos para convertir efectos fugaces en algo eterno. Suele decirse que es el mejor cuadro de Vermeer, y la familia lo conservó, pese a la miseria en que quedaron a su muerte. Se encuentra en el Kunsthistorisches Museum de Viena.
Era un trabajador lento y meticuloso. Se encuentra entre los pintores coloristas de la escuela de Rembrandt, pero es un antagonista de aquél; no solo porque se limita a pintar interiores sin salida o comunicación con otras piezas de la casa, sino porque concibe de modo diferente el valor del color y de la luz. Pintaba la fresca claridad argentina, la primavera con su juvenil sonrisa, la luz y el color de sus pinturas se funden en un acorde delicioso. En algunos cuadros el tono es muy vigoroso, pero la mayoría de las veces presenta un dulzor inefable y los colores rivalizan en tintas raras y sutiles. Tiene predilección por cierto amarillo de limón, en el que se discierne como el reflejo verde del fruto no madurado todavía. Del mismo modo su azul no tiene equivalente en ninguna otra paleta; es un azul rejuvenecido, casi virgen, atenuado por el aire vaporoso y que a veces semeja a la transparencia verdosa del mar. Sus técnicas, en particular la maestría de la luz, han isnpirado a artistas modernos de variadas tendencias, incluido Salvador Dalí.